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Emociones. Entender, aceptar y regular las emociones.

En esta sesión descubriremos el poder del mensaje de las emociones, la importancia de atenderlas como sé merecen y los problemas que sé generan al quedarnos atrapados en una emoción o tratar de ignorarla. Descubriremos la capacidad de regular las emociones y poder dar una respuesta más creativa a cualquier situación desde un estado más sereno.

Práctica: regulación emocional en 5 pasos

La palabra emoción deriva de “emovere”, que en latín quiere decir poner en movimiento. La emoción pone en movimiento las funciones internas del organismo y el comportamiento externo.

Hasta hace algún tiempo, las emociones no se atendían desde el plano de la neurociencia, porque se consideraban demasiado subjetivas y no se podían medir. Ahora son uno de los asuntos más interesantes en el campo de la neurociencia.

Antonio Damásio, premio Príncipe de Asturias en 2005 de Investigación Científica y Técnica, explica en sus investigaciones que las emociones tienen dos funciones biológicas.

• La primera tiene que ver con producir una reacción específica para la situación que la induce, es decir, coordinar un comportamiento determinado (por ejemplo cuando sentimos miedo nos induce a huir)

• La segunda tiene que ver con el cuerpo, y como la emoción regula las funciones internas que preparan al cuerpo para esa reacción específica (prepara al cuerpo para poder producir esa huida, acelera el pulso, tensa los músculos, etc)

Podemos decir entonces que las emociones tienen una función, inducir a un comportamiento y preparan al cuerpo generando un torrente de sensaciones físicas que lo preparan para ello.

Vamos a hacer un recorrido por las emociones básicas y universales

El Miedo, es una emoción clave para la supervivencia, ya que nos hace, planificar, prepararnos, defendernos y ayuda a evitar los peligros. Es decir, surge para poder evitar un peligro o amenaza que pueda poner en riesgo mi salud o mi vida.

Quizá la clave aquí es la interpretación que hacemos de los peligros. Hoy en día las amenazas y los peligros a los que estamos sometidos comienzan con la bandeja de entrada de mi mail a las 8 de la mañana, con que mi máquina está parada, siguen con una reunión importante, tener que llegar al cole de mis hijos, etc. Y podemos decir que nos sentimos continuamente amenazados por no cumplir las demandas psicosociales.

El miedo excesivo origina otras emociones secundarias como ansiedad, angustia, inseguridad, desconfianza, etc. que cuando se instalan en el cuerpo pueden llegar a ser muy peligrosas.

La rabia es una emoción que prepara el cuerpo para luchar o defenderse ante una injusticia, es más intensa que el miedo porque prepara al cuerpo para luchar contra los peligros de los que no podemos huir.

La rabia también es una emoción vital para la supervivencia, para poder defender mis derechos, los de mis seres queridos…

Como el cuerpo se prepara para luchar, la rabia genera tensión, agresividad, enfado y frustración, y el cuerpo se pone en ese estado de alarma, el cuerpo se tensa, el pulso se celera… Si la rabia se instala en nuestras vidas, puede dar problemas cardiovasculares, depresión y aislamiento.

La tristeza, cuando no podemos huir ni luchar contra un peligro, aparece la tristeza. Esta emoción, sin embargo, nos reduce la energía y nos lleva a una sensación de abatimiento.

La función de esta emoción podría decirse que es la reflexión y la introspección, aprender a pedir ayuda o superar pérdidas en la vida. El patrón aquí sería cuidarse o dejarse cuidar mientras la mente reflexiona e interioriza lo ocurrido.

Pero cuando la tristeza se instala y nos quedamos atrapados en ella surge la depresión, una de las enfermedades más extendidas en nuestros días

Estas tres emociones que consideramos negativas, como hemos visto, son vitales para la supervivencia y nos invitan a actuar.

La emoción que compensa las anteriores es la alegría.

La alegría nos lleva a sonreír, cantar, abrazar, bailar, prepara el terreno para la felicidad, se experimenta como una sensación de plenitud.

La alegría sirve para facilitar los lazos humanos, motivar, descubrir, amar, crecer y desarrollarse.

Las emociones positivas como la alegría tienen un efecto beneficioso para la salud fortaleciendo incluso el sistema inmune.

Sin embargo, igualmente, una excesiva dependencia de la alegría no resulta sana y puede impedirnos planificar, enfrentarnos a los problemas y reflexionar sobre las perdidas. Incluso falta de sensibilidad frente al sufrimiento ajeno o el propio.

Por tanto, después de haber visto las emociones principales podemos decir dos cosas: la primera es que cada emoción tiene su utilidad dónde es beneficiosa pero, también su peligro de arrastrarnos hacia comportamientos distorsionados o quedarnos atrapados en la emoción.

Y la segunda es que las emociones activan una serie de mecanismos en el cuerpo, independientemente de la voluntad o de la conciencia que uno tenga de la emoción, así que ignorar las emociones no nos libra de sus consecuencias

Como no se puede evitar sentir una emoción, ya que no depende de la voluntad y ya hemos visto que reprimirla no es buena solución, la mejor forma para tratarlas es regular las emociones y entenderlas como aliadas en el desarrollo personal.

Aplicando conciencia plena sobre las emociones desarrollamos inteligencia emocional. Reconocemos la emoción que acaba de surgir, y vemos la relación con los acontecimientos del momento, observando si el comportamiento que propone es adecuado o no.

LA REGULACIÓN EMOCIONAL

La regulación emocional basada en Mindfulness invita a abrazar la emoción, con amabilidad, desde un estado de quietud en el cuerpo y concentración en la respiración. Permitiendo así, que al finalizar la mente esté más receptiva para atender las causas profundas que detonaron la emoción y aprender de ellas.

La fórmula del maestro Thich Nath Hanh de la regulación emocional en 5 pasos.

– El primero es RECONOCER la emoción mediante la autoconciencia. Como hemos visto cada emoción tiene unos síntomas en el cuerpo, el primer paso sería conectar con la sensación-emoción sin dejarse llevar por las causas o las ideas al respecto.

– El segundo paso es ACEPTAR. Un paso más allá de reconocer, aceptar con cariño lo que está sucediendo, sin culpar a nadie no agobiarnos, ni rumiar dándole vueltas a la causa de la emoción. Aceptarla como parte natural de la experiencia.

– El tercer paso sería ABRAZAR O ACOGER . Una vez reconozco la emoción que me desequilibra, me permito sentirla y, así la acepto como parte de la experiencia y la abrazo. Se trata de acoger la emoción, igual que una madre abraza para consolar a su hijo que se ha caído consiguiendo consolar esa emoción. Abrazar significa respirar la emoción con cariño, permaneciendo con ella observando también como está se transforma.

Una vez que la emoción ha bajado a un nivel manejable, se realiza la MIRADA INTERIOR, con cariño y paciencia, observando las causas profundas de dónde surge esa emoción y buscando sus motivos, pero no hacia fuera, sino hacia dentro ¿Por qué me afecta tanto? ¿Cuáles son condicionantes o juicios que pueden influir? ¿Por qué hay rechazo o miedo a lo que pueda pasar? ¿Cuánto puedo controlar porque está en mi zona de control o cuánto no puedo cambiar?.

Y quinto es desarrollar la ECUANIMIDAD. Recolocar. Conseguir que esa emoción no deseada se transforme en una nueva. Desarrollar ecuanimidad. Si puedo hacer algo para que cambie lo hago y si no puedo hacer nada sólo me queda aceptarlo y tratar de disfrutar de otras cosas. Hay que reconocer que la vida es así́, hay incertidumbre, peligros, buena o mala suerte, pero al final se sale. La ecuanimidad no significa que a uno le dé igual, y desconectar de la emoción, es la conexión con el presente, aceptando y entendiendo las limitaciones propias y tomar las medidas oportunas con paciencia y confianza en uno mismo, a ver qué pasa.

En la meditación que podrás encontrar en el audio de está semana se facilita el proceso de la regulación emocional a través de la respiración y una sencilla técnica para observar cómo cambian los síntomas en el cuerpo.